viernes, 31 de octubre de 2008

Cada día

Sólo hay  mentiras si con ello lo que quieres es decir
toda la verdad



Me mata esta ciudad. Me matan todas las ciudades. Me matan estos días, todos los días, me están matando todos los momentos, cada día, a cada momento alguien atenta sobre mí y por las noches me están envenenando. Lo sé. Amanece. Y otra vez me vuelven a matar. Me mata la fe que no tengo, la promesa de una hoguera que me espera al final,  la certeza de no saberme hacer entender. Y eso que ya sé que es una queja sin sentido, que lo sé joder, que tampoco es tan difícil que al fin y al cabo todos nos parecemos en algo, o no, pero bueno, yo también tengo derecho a quejarme un poco, no te jode, que me paso la vida escuchando quejas de la peña y yo dando ánimos y dando opciones y cuando quiero hablar y quejarme un poco me vienen a la cabeza todas las opciones que guardo, y qué coño, si yo lo que quiero es que alguien de vez en cuando me escuche, sólo eso, no debe ser mucho digo yo, pero no, no, yo aquí con la sonrisa puesta, tremendo personaje que me he asignado, y ya estoy harta, harta, te lo juro, estoy harta ya de tanta escucha, y de hablar de todos los problemas del mundo, y de la tierra y de los soldados de Afganistán y de la bomba en la universidad de Pamplona, y de cómo nos irá cuando salga Obama elegido y que si después lo matarán o no, y que si durará un año y tú qué opinas, y que si te duele el hombro, o el tobillo o la polla, que si no te preocupes que podrás con los pagos y si no ya nos iremos a comer al refugio que un plato de comida no nos ha de faltar ya lo verás, (y mi padre… sólo allí, rodeado de desconocidos, y yo sin poderle decir nada, sin poder hablar con él, y ahora se ha ido del todo y para siempre y nunca le podré decir nada más, decirle que cada día me parezco más a él, que cada día me vuelvo más solitaria, que todo me sobra y nada me llega, que lo echo de menos y no sé dónde está, que nunca supe dónde estaba, pero que da igual, que ahora siempre está quieto allí, en esa tumba de mármol, y voy y no tengo nada que decir, que ya apenas tengo nada que decir ni a él ni a nadie y no me puede contestar o si me contesta no le consigo entender, si, mi padre, en su tumba de cristal con las flores muertas de su hija, y sin saber qué hacer, que ya ni tengo lágrimas, que limpio su tumba y me quedo como estoy) y como íbamos diciendo, que me pierdo encima, que saldremos de la crisis, cómo no, acaso lo dudas, de otras peores hemos salido y claro que es evidente que este chico está loco por ti, pero con los niños y con lo lejos que estáis, que ahora todo es mucho más complicado, qué me vas a contar, que no será por ganas, seguro, y yo, de lo único que tengo ganas es de correr, tengo ganas de correr, de correr de correr lo más lejos posible, cambiarme de ciudad, de nombre, de país, de planeta, tengo ganas de correr, de olvidarme de todo de una puta vez como si corriendo pudiera resetear mi mente y mis entrañas, como si pudiera volver a ese estado de no ser, a ese principio donde todas las cosas eran posibles, donde todo estaba por hacer aún, sólo quiero correr, correr y de repente, parar en seco sin más y por fin escuchar sólo ese murmullo de silencio dentro de mi cabeza, ese zumbido de paz, caer exhausta para siempre, dejar que las bocas se muevan pero no me digan nada, tantos móviles para no sabernos entender, tantos medios de comunicación para no tocarnos los unos a los otros ni por una sola vez.   



Imagen: DANIROJINEGRO. Fantasmas. 2007. Si queréis escuchar la canción, pinchad aquí. Adoro a Iván. Adoro a este chico. Lo adoro. Y acabo de ver tu vida en 65'. Es la película de esta entrada y mira que suena cursi decir algo así. Si las casualidades existen, y nunca he creído en ellas, ésta es realmente buena. Sí señor. Jodidamente buena. La casualidad. Y la película. Y la música de la película. Y la historia. Y la sonrisa de los protagonistas. Al menos, tiene sentido a veces ver películas. Incluso estar viva. 

martes, 21 de octubre de 2008

Tristeza

Son mentira los aires. Sólo existe
una cunita en el desván
que recuerda todas las cosas.

Poeta en Nueva York
Federico García Lorca
New York. 4 de enero de 1930.



Me envuelve la fiebre.
Me rodean unos brazos.

Me abarcan las mentiras y los silencios,
que, sin romperse, han aprendido a naufragar conmigo.

Me asumen las sombras.
He perdido mis sueños.

Ahora me retuerzo mutilada
en estas interminables noches de otoño.


No me abraza nadie.






Imagen: A.PINKHAM-RYDER. Constance. 1896