martes, 7 de abril de 2009

Felicidad (segunda parte)

A veces me pregunto a quién debo mi suerte,
a quién se la debemos todos, buena o mala




Acumulo instantes felices en mi plan de pensiones.
No conozco otra manera de invertir en mi futuro.
¿Quien puede prometerme la cordura, si alguna vez la tuve,
el tan famoso día de mañana?
Yo me aseguro recuerdos,
todos ellos inservibles desde un punto de vista
estrictamente comercial.

Sé con lo que estoy jugando y
tengo bien presente la última opción,
a veces demasiado a mano:
La muerte, la muerte que me consuela
tanto como me asusta perder 
el segundo al que me aferro.
Sentir el sol en la piel y
no esperar más que eso:
El dulce calor de lo desconocido,
del porvenir incierto que nada puede anticiparme.

He negociado mis instantes felices
en oscuras salas de juegos,
en las más fuertes subastas,
algunas clandestinas, he de reconocerlo.
Por alguno de ellos pagué un precio realmente vertiginoso
llegando a poner mi vida en el tablero.
No me he arrepentido nunca y sé que ya no podría
vivir de otra manera.

Y ahora…
¿Quién puede negarme esta calma,
esta serenidad conquistada
pujando de abismo en abismo?
Es lo que tengo, mi mayor tesoro,
mi mayor bien:
Saber que las espinas son elegidas
que los instantes que acumulo
tienen un precio en el mercado.

Y que el día de mañana, cuando llegue
serán mi mejor moneda de cambio
para negociar con la muerte.



Imagen: Instante de felicidad acumulado en el desierto libio, viendo amanecer, en el verano del 2008. La espina fue el madrugón. 

4 comentarios:

Javier López Clemente dijo...

Acumular felicidad.
Sería un buen plan pero, no me digan como, esos instantes siempre se me escaparon entre los dedos, igual que la arena de playa de aquel día que vimos amanecer.
Recuedo la noche, las copas, las risas. Recuerdo el paseo, las estrellas, los besos. Recuerdo todo menos la felicidad. Pero tengo un truco, el viejo truco de imaginar, claro que ese ardiz no me servirá para negociar, ni con la muerte, ni con el puto futuro de un día tras otro.
Y una día de estos descubriré que no soy feliz.

Salu2 Córneos.

Lamia dijo...

Defiende esa serenidad conquistada por encima de todo.

Sara Fedrika dijo...

A veces resulta ñoño y hasta increíble decir que eres feliz. Qué es la felicidad? Creo que tu has leído a PUNSET, el dice que la felicidad está en la salita de espera de la propia felicidad, y pone como ejemplo un perrito al qu e su dueño va a dar de comer. El perro lo sabe, se excita, mueve el rabo, da vueltas por la habitación esperanzado.... En definitiva, es feliz en esos momentos previos. Sin embargo, cuando ya tiene la comida a su alcance cambia completamente el caracter, se pone de mal genio y puede hasta morderte si intentas tocarle el plato.

Sé feliz, Paula,seamos felices las dos. Yo ya estoy en esa sala de espera, estoy leyendo, te espero.

el_Vania dijo...

Atesorar momentos felices proporciona doble felicidad, valga la redundancia.
Por el buen sabor de boca y la aparición de esa sonrisa espontánea... y por ser el resorte que nos hace levantar en momentos de suma depresión.
Salud/OS!!