martes, 25 de noviembre de 2008

Algo en común

¿cómo preguntas si tenemos
algo en común?



Conseguir que esta inútil invisibilidad
en la que tanto tiempo invierto
y que tanto tanto dolor provoca
desaparezca
debería convertirse en mi única enmienda
mi única razón.


Sin embargo
borro mis huellas
y oculto las lágrimas
como si al revelarlas
sospechara que a alguien aún puedo importarle
y esa manifestación
me hiriera más que su ignorancia.


He aquí mi letal conspiración
y mi mayor soberbia:
creer que no mostrarme vulnerable
es mi mejor pasaporte


Imagen: Beduino en el desierto de Egipto. La figura de atrás, que como casi siempre, busca estar sola, soy yo. La suerte de ese día es que alguien me observaba, y pudo hacer esta foto que ahora comparto y que tanto agradezco. Quizá sea eso lo que tengamos en común casi todos, que de una manera u otra, dañina o constructiva, sana o enfermiza, queremos ser vistos. Aunque lo neguemos a muerte.

6 comentarios:

alejandro pastor dijo...

Comparto contigo tus palabras acerca de que queremos ser vistos, por mucho que nos escondamos.

La fotografía es increible...los colores añiles del beduino parecen un trozo de cielo caido sobre la arena...y luego, esa inmensidad total en la que intentas perderte...

¿Mereció la pena regresar?

Anónimo dijo...

Querida Paula.
A mí sí que importas, y me gustan más tus sonrisas que tus lágrimas. Y porque a este mundo le faltaría algo si tú no estuvieras. Así que déjate ver, porque es un placer disfrutar de tí.

Sara Fedrika dijo...

A veces hacemos intentos patéticos por esconder el dolor.
Menos mal que en tu poema esto no se cumple, no ocultas lo mal que te sientes y eso me acerca a tí, pues reconozco esa sensación en mí misma.

La foto es preciosa. Qué bonitas y sugerentes las dunas del desierto y tu imagen, casi un punto en la inmensidad de la arena.

Un abrazo guapa. Te dejo este trocito de un poema de Luis Rosales.

Sigue lloviendo.
Sigue avanzando un barco entre la niebla que borra, al fin, su arboladura
y recoge su adión como un pañuelo,
mientras sigue lloviendo,
mientras sigue lloviendo y en la escalera que se hunde,
en la escalera ciega que baja hata las aguas,
está esperando un mujer,
una mujer sentada y última a la que llega el agua a las rodilllas,
una mujer que también llueve,
que también dice adiós entre la niebla,
que también sabe que ahora es de noche y está sola.

Y todo allí, precisamente allí,
diciéndose y lloviendo
inutilmente,
entre las tres paredes del despacho.

Lamia dijo...

Querida Paula... ¿por qué nos molesta tanto que vean nuestra vulnerabilidad? ¿Y nuestras lágrimas? En este mundo perfecto hay que ser perfecto también.
Pues no: lloramos, nos duele, sentimos...

Expediente X dijo...

Ay, Paula, no eres la única con esa letal conspiración
y mayor soberbia, ¿Por qué será? todo un Expediente X.

Brasil Empreende dijo...

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Atentamente,
Sebastian Santos.