Pasaste estos últimos inviernos
al calor de un infierno
construido en el amor
para acabar en demolición.
Me he perdido
Es un error plantear el presente, sea el que sea, nos apasione o nos aterrorice, como el definitivo. Creer que va a durar siempre, que vamos a poder sostenerlo, o lo que es peor, creer que se va a sostener solo. Tener la confianza de haber conseguido algo. Tener incluso la vana tentación de pararse a descansar como si mereciéramos un premio. Aunque ese premio consista en abandonarnos, en bajarnos del tren. En tomarnos por fin, un cóctel de insulina y alprazolam. Y descansar. No parece momento de eternidades, valga la contradicción. En esta era en la que casi cualquier avance tecnológico queda obsoleto en pocos meses, tampoco parece posible que un estado, sea del corazón o sea de las entrañas, vaya a poder permanecer en primera fila mucho más allá de lo inmediato. Pinta más bien una exigencia de adaptabilidad, de serenidad y calma de la que, la mayoría de las veces, carecemos. Esta tendencia marcada a la desesperación por no poder controlar nuestros días, nos está mermando. Y no sé si estamos en condiciones de debilitarnos, sumergidos como estamos en un entorno que muta continuamente y que nos reclama, a veces de una manera intensamente alarmante, unas cotas muy altas de presencia. Parece que naufragamos a cada instante, pero me pregunto si no es posible que simplemente estemos inmersos en un viaje cuyo destino desconocemos.
Tal vez deberíamos dejar de esperar un rescate. Tal vez deberíamos reaprender a vivir con el misterio. Nuestros antepasados lo hicieron, así que algo de ellos permanecerá, a mi modo de ver, en nuestros genes. Tal vez deberíamos reclamar esa herencia como nuestra herramienta más válida para estos días que nos atraviesan, en lugar de empeñarnos en retener una estabilidad que de tan breve se torna incierta.
Buscamos a Wally en una escena que se transforma segundo a segundo, con la ignorante angustia de autoconvencernos de que es la única opción disponible.
Hemos puesto demasiadas expectativas en Wally.
Pero está claro:
Wally jamás podrá satisfacernos.
Imagen: Aquí
5 comentarios:
Que nadie va a venir a rescatarnos se aprende cuando el agua sobrepasa el cuello. Es entonces cuando el concepto "nadar" adquiere una dimensión milagrosa.
Buscar a Wally nos mantiene a flote, eso y el instinto animal de sobrevivir. Deberíamos mailear a Wally para que deje de hacer el cafre, aunque a veces, es Wally quien más hace por hundirnos.
Salu2 Córneos.
Hola Paula, sabes mi blog cumple tres años, y tu eres de las que desde el principio visito, mas que tu visitas, quiero compartir contigo esa felicitación. Un beso de Javi.
Y sin embargo tú no necesitas ser Wally ni someterte a las pautas terapéuticas de un fármaco anodino para que busquemos tu silueta entre soplos helados y copos de papel de trapo…porque la opción disponible sabe del vértigo que produce caminar sobre el filo de una lágrima…sin miedo al destino este donde éste ese lobo con piel de persona.
Beso.
Yo busco a Wally, pero el robot (que a su vez buscaba a Eva).
Me gustó esa película, oye...
Uno que es un crío...
GRACIAS, PAULA,
POR PASARTE EN LA CELEBRACIÓN
DE 3 AÑOS DE TAL VEZ UN BLOG MÁS...
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