Siento una simpatía natural y espontánea
hacia las cosas extraordinariasEl hombre delgado que no flaqueará jamás
Hellville de luxe
Bunbury
Ayer estuve en el concierto del Bunbury. Empezaba su nueva gira aquí, en su ciudad, como dice Vilas, en Z. En la feria de muestras de Z, que está a tomar por culo, para que nos entendamos. Yo no había estado en ningún concierto de la Feria de Muestras, y mira que me regalaron dos invitaciones para Bob Dylan. Me las dejaron en el buzón, ni siquiera tuve que ir a buscarlas, pero decliné la oferta. Vamos, que pasé de todo, de las invitaciones, de la Feria de Muestras y del Dylan. Y no me arrepiento. Prefiero escucharlo en casa, en el sofá, eligiendo yo el repertorio y viendo mientras suena, las aspas de mi ventilador. Del concierto del Bunbury, imposible pasar, si casi podría afirmar que entre él y Nina Simone le han puesto la banda sonora a mi vida. Bastante tengo con no tener la energía suficiente para hacer la tourné con él, como para no ir a verlo cuando actúa aquí. Pues eso, que fui al concierto del Bunbury, y como una reina, jo, excelente compañía, lo suficientemente cálida como para sentirme muy a gusto, y lo suficientemente nueva como para no tener que explicar la desolación, menudo lujo para ser sábado por la noche. Pasamos por sitios extraños, bloques de cemento y hormigón ensayando humanarios que dicen que estarán terminados al año que viene. Las calles se llamarán “desayuno con diamantes”, “Viridiana” y cosas así. Está la nada, y luego, las casas. Y un lago (así entre nosotros, pequeño charco) que se llama Pe, por Penélope Cruz. Llegados a este punto, estuve a punto de tirarme por la ventanilla del coche, pero no me pareció apropiado, dadas las circunstancias. Más que nada, por no molestar, vaya. Y aún no había escuchado el nuevo sonido de Bunbury y a estas alturas, no quería perdérmelo. Casi casi podría decir que ayer Bunbury me salvó la vida, aunque suena demasiado superficial en este contexto, y no tengo ganas de profundizar en la idea. Pues eso, que me pierdo, que fuimos al concierto de Bunbury, por esas circunvalaciones y autovías que me parecen maravillosamente galácticas, pasando por centros comerciales infinitos, donde te venden lo impensable y más con el 20%, carreteras bien definidas, y casi casi bien señalizadas que me ponen las pilas para coger el coche de mi hermano cualquier noche de estas que no puedo dormir, o que no me dejan, que es peor, y huir y perderme, y llegar a Soria, o al Escorial, y recordar que hubo un tiempo en que fui feliz. Sí, me seduce la idea de volver a conducir de noche cantando a voz en grito por todas estas autovías nuevas que rodean la ciudad, que la atrapan como una tela de araña de la que ya no puedes escapar una vez que el cierzo ha azotado tu cara. Puede que algún día pueda escapar de aquí, quién sabe, alguna vez ya lo conseguí. Pero siempre vuelvo, y la tela de araña se pega a mi piel cada vez con más fuerza y mi piel sangra, y no veo el nuevo fin. En fin, que vi a Bunbury.
Y Bunbury mola.
Mola mogollón.
Me gusta Bunbury. Rock and Roll de nuevo, y la sangre corriendo por las venas.
Bunbury canta, a veces, invoca. Y a veces, simplemente, grita. Y todos gritamos con él. Yo, al menos, grité con él, y canté, y, sin ningún éxito, también invoqué. No sé a quién, o a qué, pero quise hacerlo. Supongo que por la enajenación del momento. Supongo que porque al oir los tacones del desprecio, caminando como si detuvieran el mundo sobre el trapecio: de un lado el infierno y del otro el cielo elevé la vista y no ví ni las estrellas y quise que de una puta vez hubiera alguien allí. Grité y bailé, y, por un instante, sólo existió la sangre corriendo por mis venas. Rock and roll del bueno, (qué sonido tú), perforando las arterias, y un Bunbury que si, como dicen los que se mosquean al oirlo mencionar, que parece que jode en esta ciudad que alguien sea bueno en lo suyo y además vaya a su puta bola, es marica, ojalá se haya tirado a todos los tíos que le hayan gustado. Y a todas las tías. Por si no es marica. Dicen también que tiene mala hostia. Joder, no me extraña. La tengo yo y no hago nada para merecerla, como para que no la tenga él. Al menos, que tenga mala hostia, debe ser horrible vivir en un mundo donde reina la mediocridad. O, como dice él, hay otras formas de huir, y estar solo por loco, o loco por solo. Bueno, a lo que iba, que Bunbury mola.
Mola mogollón. Casi dos horas de concierto. Tres salidas al escenario. Muy pocas canciones de las nuevas, supongo que quería que cantáramos con él. Me hubiera gustado alguna más, la verdad, aunque no hubiera podido acompañarle. Ah¡ Y el protocolo de los bises, tremendo rollito, tanta historia para volver a salir acaba siendo tedioso... pero pese a todo, Bunbury mola.
Mola mogollón.
Y después del concierto, circulando de nuevo por las carreteras galácticas, vimos puertas separando la nada. La nada, y una puerta. No sé si me estoy explicando. La nada. Y una puerta. Marcando un antes y un después. O un aquí y un allí.
Y a mí todo eso me pareció una señal.
Pero no sé de qué.
Foto: La he bajado de internet, espero que no le moleste al chico. Evidentemente, las frases en cursiva son letras suyas